martes, enero 04, 2011

Imagine

Después de haber experimentado Dachau, el campo de concentración en las afueras de Munich, ver East Side Gallery, esa porción del muro de Berlin dejada en manos del arte, leer de la pared de John Lennon y sumergirme en varios dibujos de niños forzados a estar en Terazin y luego enviados a Auschwitz en Praga y por último pasar a un conjunto de sinagogas y museo de los judíos, no pude evitar pensar si en realidad el hombre necesita profesar una religión o culto para vivir, si requiere una serie de mandatos que le son transmitidos de sus ancestros como un régimen de su día a día y si lo necesita para validar su vida, su existencia.

Sería posible vivir sin eso? En mi ignorancia atrevida me sorprende como algunos de estos cultos determinan el modus vivendi y aquellos que lo profesan lo hacen con creencia absoluta, es parte de ellos; en otros sin embargo, es una etiqueta, como por ser algo pero con temor a la negación. El caso en todo esto es que cada quien tendrá sus motivos y desde su perspectiva, tener juicios sobre los de los demás y su fe, se convierte en algo peligroso.

En breves días, luego de que ingrese esta entrada, subiré una foto del muro de Lennon que lo plantea con una sola palabra: coexistir.
Pensarlo en los términos terrorrificos y catastróficos que caracterizaron las innumerables guerras y homicidios, es algo que saldría de cualquier proporción. Lo que no sale de eso es el día a día de un simple mortal que a veces no puede tolerarse y coexistir consigo mismo, si es que es válida esa expresión, y luego se complica cuando se trata de hacerlo con otros.
Por qué será tan difícil? Será que también tiene sus ciclos? Que es como una montaña rusa o para no hacerlo tan acelerado, con una ola tranquila con sus vaivenes? Tendrá algo que ver la luna, la estación del año o el "primero yo, segundo yo, tercero yo"?
Me suena a eso último, una fórmula para el éxito y para la soledad, a la que uno le apuesta sobre todo cuando ve llegar la prosperidad y de la que uno duda cuando lo sorprende el vacío y la insatisfacción.
Praga es tan mágico como para mi lo es Guanajuato. Es ese tipo de ciudad, que como Guanajuato, podría repetir un millón de veces. Y tras ese comentario, mi compañera de viaje confesaba que justo Guanajuato es la ciudad en la que le gustaría vivir y pasar el resto de sus días. Inevitablemente me pregunté cuál sería el lugar de mi elección y como no se me vino uno a la mente, pensé en resolverlo siguiendo lo que me gustaría hacer cuando termine mi vida de oficina, y me sorprendí al no encontrar respuestas para ninguna de las dos cosas.
Por fortuna, la angustia que sentí muchas veces cuando no encontraba dirección, no me embargó. Y prefiero pensar, quizás como consuelo, que la vida misma me lo dirá, que el rumbo es ese que indique el instinto y el corazón y que lo importante será ser fiel a aquello que me dictan. Si no fuera sincera conmigo misma, mejor tiro la toalla y entrego los guantes.
Y bueno, como a todos sus amores, Kafka me sedujo. Empezaré Carta al padre, con el leve arrepentimiento de haber dejado pasar veintitantos años para leerla.

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